Si no pasa nada, se aprueba hoy la última prórroga del estado de alarma, la de este tiempo suspendido que toca a su fin; el Gobierno ha fijado el día 1 de junio, para reanudar los plazos administrativos, y el 4 de ese mes, para los procesales.
Es la hora de ir haciendo balance.
En mi caso, contabilizo nada menos que veintidós juicios suspendidos y eso que, por medio, tuvimos dos semanas de «vacaciones». A ello únele los nuevos asuntos que han entrado.
Tocará apretarse en el futuro.
Por si acaso, como en el cuento del leñador, aquí seguimos afilando el hacha.
Ese es el ruido de fondo que se oye detrás de la puerta de mi despacho: zas, zas, zas… el del mantenimiento de herramientas (gestión de la calidad, renovación de la marca, las «cosas» informáticas).
Calafatear el barco y coser las velas no son tareas tan vistosas como la de orzar en mar abierto; pero lo uno no se entiende sin lo otro.
Día gris, anodino. Pero necesario.
Y con un ojo puesto en el cocodrilo de Hacienda.
Como pasa después de un tsunami, como sucedió después del huracán «Katrina», los tendremos rondando entre nosotros, a la caza de incautos.
Porque va a hacer falta dinero, mucho dinero.