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CORONAVIRUS, DÍA VEINTISÉIS

09 jueves Abr 2020

Posted by Time Advocate in INSPIRACIÓN, MOTIVACIÓN

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CHINA, CINE, CUENTO DE LA RANA, FACEBOOK, MUJERES HOMBRES Y VICEVERSA, QUINT CAZATIBURONES, REY LOBO, SREBRENICA, TIBURÓN, UNIDAD, WARREN BENNIS

AMANECE REY LOBO

Amaneció en Mercurio; y amanece también aquí, en La Tierra.

Me asomo a la terraza, el puente de mi imaginario crucero, para aspirar olor a primavera y azahar.

-¿Qué tal amaneciste hoy, Rey Lobo? -grito mirando hacia el Castillo de Monteagudo. Fotografío su silueta, que se recorta al fondo como la dorsal de un gran tiburón blanco.

Aunque al cielo lo han pintado (¿quiénes?) del mismo color que el del napalm, esta mañana no me levanto pensando en guerras ni en victorias. «Descanse, Coronel Killroy» -pienso-. Paz y amor, hermanos. Paz y amor.

Así empiezo el vigésimosexto día de este tiempo suspendido que, conforme a lo previsto, también ha sido prorrogado hasta el día 26 de abril. No me sorprende nada; y no porque fuera algo que se estaba filtrando a la prensa desde el pasado fin de semana. Más sencillo aún. El mismo día en que se pararon los relojes, en algún papelote de esos que circularon por ahí, me apareció leer esa fecha, la del 26 de abril. Si mal no recuerdo fue en uno de Hacienda, que se autodescargaba de obligaciones hasta esa fecha. Quien me conoce sabe que no miento, que hasta lo comenté con mis íntimos.

Pero vamos con las malas noticias y con esa intención absurda de aplazarlas todo lo que se pueda. Digo absurda, porque a mí me gustaría que me dijeran toda la verdad, sin paños calientes. Para saber a qué atenerme.

Vivimos en una sociedad infantilizada. De ello ya se han encargado -toma conspiración- la telebasura y un sistema educativo que pasa de curso a los nenes a pesar de no aprobar las asignaturas (no digamos ya con faltas de ortografía y sin comprensión lectora). Y los gatitos del Facebook, que no se me olvidan. Esos quizá sean los peores.

Se dijo en su momento que la educación moldeaba las mentes de manera uniforme, sin entender las distintas capacidades e inquietudes de cada cual. Porque lo importante, al fin y al cabo, era que los futuros egresados aprendieran a hacer una fila y respetar el toque de sirena. De esa manera se tendría una masa acrítica de futuros obreros, disciplinados ellos, acostumbrados a seguir sencillas instrucciones: las cuatro reglas, los colores («aprende a distinguir, nene, no vaya a ser que algún día te equivoques con las mezclas y salgamos todos volando»)… y los conjuntos, subconjuntos e intersecciones.

Pero ha llegado un momento en que las fábricas se han deslocalizado y no demandan más operarios. O, bien, les pasa como predijo Warren G. Bennis, que se bastan con dos empleados: un hombre y un perro. «El cometido del hombre -dijo Bennis- sería el de dar de comer al perro; y el del perro, que el hombre no toque el ordenador».

Así que ahora poco importa que vayan saliendo ninis, todos (ellas, ellos y viceversa), porque para estar dando tumbos por la calle, mejor que estén en casa de los papás, bien cómodos. Y, por si salen y se pierden, geolocalizados. Renunciando, como hacen, a la intimidad con la misma alegría con la que le van dando «me gusta» a los videos de gatitos.

Y a la nueva sociedad resultante de este proceso, infantilizada, se le van suministrando pequeñas dosis de verdad, en pildoritas. No sea que a alguno de los culivotantes se le ocurra hacer alguna tontería y, se eche a la calle para, en lugar de pasear la bolsa del Mercadona (o su mascota), quejarse; o, peor aún, que cuando dejen de estar fumaos, terminen pintándole la cara -o la fachada del chalet- a alguien.

La próxima miguita que nos han dejado caer es que el «desconfinamiento» se va a hacer por fases y, en lugar de mandar a todo el mundo a su casa, como ahora, irán juntando a todos los sospechosos de estar infectados en centros de internamiento. Eso por ser fino y no utilizar el verbo «concentrar»; porque entonces se me va el sustantivo «campo de». Cosas de la Historia que dijeron que nunca más se iban a repetir. Y mira lo que pasó en los años 90 en Srebrenica. A solo dos horas de vuelo desde Madrid. Por ejemplo.

¿Se puede arrestar y privar de libertad a una persona sin haber cometido un delito merced a una norma que no es el Código Penal y que ni siquiera tiene rango de Ley Orgánica?

-Queda Ud. arrestado como sospechoso de ser «infectado asintomático».

Como jurista tengo mis dudas. En cualquier caso, ¿no podemos discutir esto?

Con el Tribunal Consticional mirando la superluna rosa, oportunidad de oro para quitarse de enmedio a los revoltosos, a los cuestionadores, a los críticos y a los disidentes; al «otro» y al de «enfrente». Ah, perdón, que ahora les llaman «asintomáticos». Ya están preparadas -y en uso- las morgues y las fosas comunes.

La sociedad está en modo bizcochable: han conseguido que veamos con naturalidad que se le quite la máscara a «un viejo» para salvar a «un joven», una suerte de «eutanasia selectiva», o como se le quiera llamar, pero que no está legislada. Y, ojo, que a diferencia de los del corredor de la muerte, aquí nadie puede apelar su condena. Porque ahora se muere solo. La presión sobre los sanitarios, me cuentan, empieza a ser insorpotable.

¿Quién ha decidido qué vida vale más? ¿Un protocolo médico?

Antiabortistas, animalistas, activistas de los derechos civiles, ¿dónde estáis? ¿Por qué callan ahora las batucadas?

Pero, claro, soy un exagerado. Un idiota. Un conspiranoico. O será que me ha sentado mal el jenjibre.

Por si acaso, nos cuentan que en China acabaron pronto con el coronavirus gracias a que era una sociedad disciplinada. Que saben obedecer. Unidad y un paso al frente, todos a una. Que si criticas, eres un antipatriota. Que se lo digan a los húngaros ahora. Y, a todo esto, la UE haciendo, una vez más, el avestruz. Comunidad Económica Cesante, debería llamarse.

Esto es como lo de lo del cuento de la rana, que se iba cociendo en agua caliente, poco a poco, sin enterarse. Pero no hay duda de que el agua se está calentando: aceptamos con resignación los registros de los vehículos. Sin orden judicial y sin ser acusados de la comisión de ningún delito.

Mientras tanto, los abogados quietos; porque los juzgados han sido clausurados salvo para atender aquellos asuntos que, de forma tasada, permitieron como excepción cuando decretaron el estado de alarma.

Yo, que no sirvo a ningún amo, tampoco he firmado ningún cheque en blanco. Y ya llegará la hora de pedir responsabilidades por los excesos.

Mientras tanto, canturreo en mi hamaca como lo haría Quint, el Cazatiburones:

Ya me marcho de aquí,

Linda Dama Española.

Adiós que me voy,

Oh preciosa mujer.

Porque orden tenemos

De zarpar hacia Boston.

Y quizá nunca más nos volvamos a veeeeer.

 

(bueno, eso último se puede borrar; que cuando pase espero que nos veamos todos; en Boston, en California o donde se tercie)

 

 

 

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CORONAVIRUS, DIA VEINTIUNO

04 sábado Abr 2020

Posted by Time Advocate in INSPIRACIÓN, MOTIVACIÓN, ORGANIZACIÓN

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BORGES, BRAGAS USADAS, BYN CHUL HAN, CARLOS ZAMBRANA, CEREZOS EN FLOR, CHEEVER, CINE, DAVID PEACE, FERNANDO SIMON, HAIKUS, LUIS EDUARDO AUTE, MURAKAMI, VIRUS DURMIENTES

Después de veintiún días hoy he tenido curiosidad por conocer el significado del término «COVID-19»: resulta que es el acrónimo de «coronavirus disease 2019».

Que tenga una fecha (2019) no augura nada bueno. Me acuerdo, una vez más, de las novelas de David Peace y su llamada «tetralogía de Yorkshire», compuesta por cuatro novelas negras sobre asesinatos en serie identificadas -cada una de ellas- con un año: «1974″, «1977», «1980» y «1983″.

Pero todos los asesinos en serie, como el coronavirus, suelen tener enfrente héroes que les hacen cara. En otro caso, no habría relato ni historia. Aunque no siempre los héroes salen bien parados. Como en las novelas de Peace.

A medida en que se estira este tiempo suspendido vamos conociendo profesiones que para nosotros eran desconocidas y que parecen, más bien, ideadas por algún guionista de Hollywood. Como la de Carlos Zambrana, «cazador de virus» boliviano, que advierte:

“A medida que la población crece, avanza la frontera agrícola y viajamos más, los brotes serán más comunes».

Y lo explica porque existen virus «dormidos» en zonas forestales vírgenes del planeta. Entonces solo es cuestión de tiempo, concluyo, que aparezcan nuevas «diseases». ¿Covid-20, Covid-21…?

En cuanto a nuestro confinamiento se refiere, esta mañana se ha prorrogado el estado de alarma; de manera que vamos por la tercera entrega de este serial. Desde aquí apuesto a que habrá una cuarta entrega. Como mínimo.

En el Boletín Oficial del Estado, el Gran Hermano se quita la careta y, ya sin disimulo, permite el espionaje de nuestros móviles. «Para controlar al confinamiento», se justifican. Idiota o conspiranoico, recuerdo que poco antes de la crisis ya hubo un ensayo general para esto. «Para estudiar los desplazamientos y la movilidad laboral», nos dijeron. Por supuesto, «queda garantizada la protección de los datos de carácter personal». Qué tranquilo me quedo, oye.

Ganas me dan de bajar a la parada del tranvía y esconder debajo del asiento mi penúltimo móvil, si es que aún funciona (no es un Nokia, vaya) y si tuviera batería suficiente. Para que me estén «geolocalizando» un día entero: de las universidades a los centros comerciales; de los centros comerciales, a las universidades. Y así en un bucle infinito, en un movimiento perpetuo; hasta que finalice el servicio. A ver qué dice de mí el superordenador dentro de una semana.

Pronto desecho la idea y me tumbo en mi hamaca, a leer al sol.

Hoy es sábado y «el despacho» está cerrado. Para este momento me había reservado algunos cuentos de Borges y otros tantos de Cheever (autor de «El nadador»), que me tiene enganchadísimo y con el que he establecido una curiosa conexión: para mí, leer a John Cheever (1912-1982) es como «escuchar» lo que te narran algunos cuadros de Edward Hopper (1882-1967). Y al revés. Porque detrás de esos personajes solitarios, a veces meditabundos a veces desolados, detrás hay muchas historias como las que relata Cheever.

Me imagino cómo tienen que estar en algunos hogares después de tantos días de confinamiento. En el cuento «La Quimera», Cheever relata cómo el esposo le preparara cuidadosamente el desayuno a su «contraria» y ésta, sin embargo, se queja hecha un mar de lágrimas:

-«No puedo aguantar por más tiempo que me sirva el desayuno en la cama un hombre peludo en calzoncillos».

El desconcierto de nuestro héroe es total: «hago lo que tengo que hacer, como todo el mundo; y una de las cosas que han tocado en suerte es servir el desayuno en la cama a mi mujer. Trato de prepararle un excelente desayuno, porque a veces el detalle mejora su carácter, por lo general horrible».

Disciplina es hacer «todo lo que se tiene que hacer». ¿Estamos preparados para tomarnos en serio el confiamiento?

Byun-Chul Han, el autor -entre otras obras- de «La sociedad del cansancio», advierte que con la pandemia podemos regresar a una suerte de «sociedad disciplinaria»; que los asiáticos están venciendo al virus con un rigor y una disciplina inimaginables para los occidentales.

Han no es ningún idiota. Suya es la frase de que «el paradigma inmunológico es incompatible con el proceso de globalización». Ninguna sociedad abierta, por tanto, está libre de volver a recaer en la pandemia. Pero establecer un sistema de sociedades cerradas es totalmente incompatible con el mundo tal y como lo hemos conocido hasta ahora.

A Fernando Simón, el que nos daba el parte diario antes de caer enfermo él mismo, le pasa lo mismo que al especialista bolivinano que he aludido antes, que tiene una profesión hasta ahora desconocida para el público en general (epidemiólogo). Simón recomienda cambiar los hábitos mediterráneos por los de los japoneses. No es broma. El gobierno va a recomendar el uso generalizado de la mascarilla para salir a la calle, incluso para cuando se levanten las actuales restricciones.

¿Quiere decir -entonces- que a la salida nos esperan disciplina y cultura japonesas?

Mi consuelo es que, sin renunciar nunca a mis raíces mediterráneas, algo tengo adelantado. Porque me encantan los haikus y los cerezos en flor, que los mismos chiflados que se pirran por las máquinas expendedoras de bragas usadas hacen que sus hijos limpien sus propios colegios; y, por supuesto, los relatos de Yasutaka Tsutsui (más que Murakami, lo siento).

Y por lo visto, porque soy «frío, ordenado y disciplinado». Al menos eso me dijo una vez mi hija.

Jamás me ofendí por sus palabras que, más bien, me tomé como un cumplido.

Porque cuando me dijo «frío» ambos sabíamos a qué se refería; porque el afecto no siempre ha de ser expresado de un modo «kinésico».

Y porque estoy seguro de que mi hija piensa como yo, aunque no lo diga. Que el sushi es una delicia y

como me vuelvas a tocar el puto brazo mientras me hablas, te mato

En algunas cosas, quizá, la futura distancia social no llegue a ser tan negativa como imaginamos.

 

CODA: Cada cual tiene su preferida de Luis Eduardo Aute, fallecido hoy a la edad de 76 años por el dichoso coronavirus. Hoy termino mi entrada antes de la hora habitual, porque pretendo homenajearle viendo un buen clásico del cine.

Pido perdón
Por confundir el cine con la realidad.

Cine, cine, cine,
Más cine por favor,
Que todo en la vida es cine
Y los sueños,
Cine son.

 

 

 

 

 

 

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