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ALIEN EL OCTAVO PASAJERO, CICLOS, CUARENTENA, MARCO AURELIO, MEDITACIONES, MUERTE, NAVE NOSTROMO, TENIENTE RIPLEY
Y llegamos vivos, con energía y entusiasmo, al octavo día.
El ocho es un número curioso. Dibujado, tal y como se enseña por vez primera en la escuela, son dos círculos montados uno encima del otro. Tumbado, el ocho nos recuerda al símbolo del infinito. El ocho es la bola negra del billar americano y octavo era el pasajero de la nave “Nostromo”.
La palabra “círculo” es prima hermana de “ciclo”, que -a su vez- nos evoca un empezar justo en el punto donde termina todo. Tenemos ciclos de un dia y ciclos de una semana. Como la que ya terminamos, con la confirmación de que el actual estado se va a prorrogar otros quince días más.
Los días se amontonan, calcados unos a otros; amenaza el tedio, el aburrimiento y la desesperación.
Porque ahora es cuando algunos empiezan a darse cuenta de ciertas verdades de la vida.
-Que tener mucho dinero en el banco no te sirve para nada, si no tienes dónde gastarlo.
-Que tener un carro de doscientos caballos en el garaje no te sirve de nada, si no puedes circular ya por ninguna carretera.
-Que tener una mansión enorme no te sirve de nada, si no tienes con quién compartirla.
-Que tener bolsos de marca acumulados en el altillo no te sirve de nada, si no puedes salir a lucirlos.
-Que, en definitiva, “ser alguien”, aparentar, tener un carguito y algo de poder, nada de eso te pueden esconder del virus, si éste ha logrado encontrarte.
Como le pasó a los tripulantes de la nave “Nostromo”.
Tristes los que se han procurado un buen entierro, pagando mes a mes el llamado “seguro de los muertos”; tristes porque, si mueren en la UCI lejos del consuelo de los suyos, ni eso van a poder aprovechar.
Hacía falta una pandemia para que muchos cayeran en la cuenta que contemplar la muerte cerca te hace valorar más la vida.
Fue en agosto del año pasado cuando, quemado por el estrés y buscando un poco de silencio, me perdí unos días huyendo de playas y bullicio; sin pretenderlo, durante ese retiro ensayé una rutina que me ha venido muy bien para encarar estos días. No es comparable, porque podía salir a pasear, nadar, montar en bicicleta… pero también me recluía HORAS en mi habitación del hotel, a leer y a meditar.
Y como compañía elegí, entre otros libros, precisamente el de las “MEDITACIONES” de Marco Aurelio; sí, Marco Aurelio, el papá de Cómodo, el emperador “malo” de la película “Gladiator”. Resulta que el “padre de Joaquin Phoenix”, aparte de guerrear con los germanos, también escribía y fue llamado el “Emperador Filósofo”.
Esta mañana he buscado mis anotaciones, las que iba tomando según leía; así, de corrido, se han convertido en un resumen ejecutivo para afrontar esta calamidad:
1.- “En ningún lugar encuentra el hombre refugio más apacible, más tranquilo, que en su propia alma”.
2.- “Qué cosa no puedes soportar con paciencia”.
3.- “Entiende que los hombres cometerán siempre, aunque te exaspere, los mismos errores”.
4.- “Atención en lo que tienes entre manos, vigila la actividad en curso, el principio idóneo, el sentido de las palabras”.
Y, para mí, la mejor:
5.“No desprecies a la muerte; recíbela, antes bien, de grado, como es esta una de aquellas cosas que quiere la naturaleza. Es propio del hombre dotado de razón no afligirse ante la muerte, ni apartarla rudamente, ni tratarla con altivez, sino esperarla como uno de los otros efectos naturales”.
El retiro que en agosto fue una cura, hoy se ha convertido en prevención.
-“Estudiar Filosofía no sirve de nada” -decían.
Pero si no querías estudiar, al menos pudiste escucharla de tu madre, que la aprendió de la suya y ésta, a su vez, de la suya…
Mi madre lo resume así:
-Hijo. Las mortajas no tienen bolsillos
Gracias, madre, por darme la vida. Pero gracias, también y sobre todo, por enseñarme a disfrutarla.
CODA: La película “Alien, El Octavo Pasajero” es, por derecho propio, todo un clásico del cine de ciencia ficción. Pero se vendía como una película de terror: Recuerdo lo que anunciaba el cartel: “En el espacio nadie puede oir tus gritos”. El tema era precisamente el de una infección, como organizar la cuarentena… Me acuerdo del informe final de la última superviviente, la Teniente Ripley y la última reflexión: “Para cuando llegues allá, ya sabrán ellos si era una advertencia”.