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«Nuestros cuerpos son los países de este mundo y no las fronteras que aparecen en los mapas con los nombres de hombres poderosos»

(«EL PACIENTE INGLÉS»)

 

Da igual que Karen Blixen, la autora de la novela «Memorias de África» (en la que se basó la famosa y oscarizada película) tuviera la sífilis, enfermedad que le contagió su marido (le era infiel con mujeres masais enfermas) y que, llegada su hora, muriera desnutrida, pesando apenas 32 kilos.

Importa poco que el cazador con el que tuvo su romance (interpretado por Robert Redford) hiciera mutis por el foro y se perdiera volando como, por lo visto, ha hecho ahora «El Tío de la Avioneta». Bueno, a lo mejor es cierto que se estrelló y no se perdió comprando tabaco, o en un ERTE.

No creo que sea relevante -tampoco- que la Blixen abandonara la literatura durante mucho tiempo porque no le publicaban los relatos.

O que su relación con África y los nativos tenga sus claroscuros.

Da igual.

Solo por la escena memorable de Redford lavándole el pelo a la Streep ya mereció la pena que un día liara el petate para marcharse a África y sobreviviera para contarlo.

¿Cincuenta sombras de quién? Anda ya…

Y así, como la Streep (o la Blixen), se han tenido que sentir hoy miles y miles de mujeres españolas cuando, por fin, han abierto las peluquerías, previa cita y con todas las medidas higiénicas posibles, eso sí.

Como el anuncio aquel de champú que te garantizaba tener una sensación… «orgánica».

Chavalotes, queridos míos, ya sabéis: si queréis triunfar -para cuando se acabe la cosa esta del tiempo suspendido, digo- ahí tenéis una buena e higénica idea para retomar las relaciones.

Porque lo del baile agarrado es una quimera.

Y de besos y otros lances, de momento, mejor ni hablamos.

 

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