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Como se decía cuando jugábamos al parchís, estamos «a palico de una» de contarnos cuarenta.

Sumando días y sumando semanas -prórroga a prórroga- esto ha tomado forma y se parece ya a una cuarentena de verdad. La que nunca habíamos vivido -hasta ahora- y la que contaremos a nuestros nietos. Si llegamos a esa edad y si tenemos nietos, eso sí. Porque si hay algo que todos -sin excepción- deberíamos haber aprendido es a no hacer planes de vida, más allá del trimestre que viene y solo por aquello de cumplir con Hacienda. Que también somos todos.

No se ha terminado este tiempo suspendido, cierto; pero el lazo está aflojándose. Lo noto en mi trabajo. Lo noto a mi alrededor…

Que por supuesto tendrán que tomarse las medidas correspondientes, vale. Que se habla de una «nueva normalidad», distinta a lo que hemos conocido (mamparas, mascarillas, guantes…), de acuerdo.

Pero con la faena y el lío que llevo, a veces se me olvida que estamos en pleno Covid19. Luego, como a la Rana Gustavo, va y se me pasa. Me lo recuerdan mi mascarita, mis guantes de látex y la botellita de hidroalcohol. Por cierto, ¿alguien ha pensado reconvertir la vieja petaca para estos menesteres? Todo en la vida, pero todo, tiene una segunda oportunidad. Nos vamos a hacer también expertos en reciclaje.

A partir del lunes los niños podrán salir a la calle. Otro indicio de «recuperación». Antes también podían, pero la gente no se estudió la letra pequeña del Decreto. Estaban más entretenidos leyendo bulos o difundiéndolos.

Lo niños -se puede decir ya- han sido un ejemplo para todos. Se adaptaron más fácilmente a la nueva situación gracias a su capacidad para ello -así lo dicen, al menos, los especialistas-, pero por nadie pase. Y ellos, que no se olvide, están pasando la prueba con nota. En esa materia se merecen un sobresaliente general.

Oigo quejas por todos lados, de padres cargados de tareas y de profesores que ahora no tienen horario. Pero eso no es nada comparado con la que se avecina.

¿Qué pasará cuando se pueda volver a trabajar? Si las aulas están cerradas, ¿con quién se quedarán los niños y en qué condiciones? ¿Como Macauley Culkin, solos en csa?

Puede ser otro terremoto social, a añadir a las consecuencias del parón económico, y cuando hay un terremoto ya se sabe, se sacuden los cimientos y se disuelve «todo lo que era sólido», como diría Muñoz Molina.

Estamos en pleno proceso de licuefacción social. Pero que no se entienda como algo pesimista. Ante los nuevos retos, soluciones imaginativas. Porque gobernar y liderar también era esto.

Para los que no gobernamos y tan solo somos súbditos-contribuyentes, ser patriotas ha consistido -hasta ahora- en quedarnos tirados en el sofá. Más adelante, demostraremos lo españolazos que somos, colgados de las barras de los bares, qué lugares… esos que son «tan gratos para conversar». A beber y a bailar como si no hubiera un mañana; sobre todo ahora que sabemos que, a lo peor, a la próxima no lo contamos.

Tenemos una lista de cosas para hacer cuando pase todo esto. Me consta que esa lista va creciendo, que cada cual le añade planes y más planes, algunos ya con intereses de demora y todo.

Pero, antes de que esto acabe, también habría que hacer una lista con las cosas positivas que nos hemos econtrado y que tampoco nos gustaría perder.

Porque, observado desde arriba, este tiempo suspendido bien se asemeja a un río congelado, por debajo de cuya capa de hielo la vida ha seguido fluyendo…

 

solo en casa