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Pase, pase –invita el Letrado a su Cliente. Siéntese y me cuenta –le dice obsequioso.

Pues mire, D. Fulano, venía a contarle que nos ha surgido un problema con la linde…

RING, RIIING -interrumpe el teléfono.

Disculpe, D. Zutano, una llamada…

Nada, nada. Atiéndala, sin problemas.

El Letrado pone cara de “qué le vamos a hacer” y atiende la llamada. Después de un largo blo-bló, cuelga y se disculpa:

Perdone, D. Zutano, una llamada de un cliente muy importante; que si aceptaba como garantía pignorar la facturación de tres años o, bien, constituir una hipoteca mobiliaria… ejem, perdone, negocios, mucho dinero, ya sabe…. Pero siga, siga, no se interrumpa.

Pues, como le iba diciendo, por la linde sur, por donde el ribazo, los vecinos han…

RING, RIIING -interrumpe otra vez el teléfono.

Disculpe, D. Zutano, una llamada…

-…

Despacho de D. Fulano, dígame… Ah, sí… Hombre, cuánto tiempo. Sí. Ah… No. Cuenta, cuenta…

Otro largo blo-blo que dura más que el primero; y cuelga.

Perdone, D. Zutano, ainsss, otra llamada importante. Estamos en tiempos de turbulencias, ya sabe, que si fusiones, que si adquisiciones; el mercado se mueve… Pero siga, siga, no se interrumpa.

D. Zutano se remueve en la silla y se dispone a iniciar su relato cuando, de nuevo, suena el teléfono:

¡¡¡RING, RIIING, RIIIIIIIIIIING!!!

En ese momento D. Zutano recoge su humilde carpeta de plástico, se pone de pie, dice adiós y se dirige a la puerta del despacho cuando el Letrado, tapando con la mano el auricular del teléfono, le grita desde su sillón:

Pero, Zutano, a dónde vaaaaaa, espereee…

Y D. Zutano todo digno le espeta:

-Dado que atiende con preferencia a quienes no se molestan en venir a verle…

¡A buscar una cabina de teléfono desde donde pueda contarle mi caso!