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ARGENTINA, BORGES, CIEZA, Lucas, MURCIA, NISMAN, Río de la Plata, San Martin, STEVE JOBS

Si alguna vez me dieran a elegir, preferiría perder la movilidad antes que la memoria. Será porque a la imaginación no se la puede encadenar ni amarrar con confinamientos. Pero, aun así, hay que tener cuidado con esos ejercicios. Porque, como decía Ray LORIGA, “la memoria es el perro más estúpido: le lanzas un palo y trae cualquier cosa”.
Hoy, 21 de enero, la memoria me trae imágenes y sensaciones vividas al inicio de mi último gran viaje.
He revisado mis notas y apuntes de ese día. Veo que el 21 de enero de 2020 cayó en martes. Tengo anotado que media España estaba embarrada, cubierta de nieve sucia. No en vano, la temperatura exterior de la T4 era de 5ºC. Más o menos como hoy.
Pero hasta ahí las coincidencias con aquella fecha.
Es obvio que, pasado un año, se nos ha volteado la vida entera. La movilidad se reduce a ir de casa al trabajo y del trabajo a casa, pasando, de vez en cuando, por el Mercadona (o el Carrefour, que no se diga). Así que, a falta de otra cosa, nos queda el consuelo de la memoria.
Reflexionaba esa noche -así lo tengo anotado- acerca de lo que Steve JOBS llamó “unir los puntos” en su, ya famoso, discurso de graduación en Stanford.
En mi caso, desandando camino vital, lo primero que hice fue acordarme BORGES. Tenía que ser casualidad que mi habitación de soltero, la de cuando vivía con mis padres, estuviera presidida por un enorme póster con su imagen.
Su efigie me acompañó muchos años de mi vida hasta que, un día, con la excusa de repintar las paredes, fue arrancado para siempre de mi dormitorio.
Borges, retratado por un pintor local, el ciezano LUCAS, el mismo que ha pintado -creo- la Estación de Chamartín. Borges, testigo mudo (y ciego, menos mal) de tantas cosas.
Uniendo los puntos hacia atrás, pero sin salir de la misma habitación, aparecieron los estudios de Derecho y, después, la decisión de ser abogado; y todo lo que vino detrás. Todo eso que me llevó rumbo al Río de la Plata.
Enero de un año (2020) que empezaba de cine, tan estimulante como había terminado el anterior: haciendo cola -pasaporte en mano-, listo para embarcar.
Ese día, además, se cumplían cinco años de la muerte de un fiscal argentino llamado NISMAN. Leí en el periódico que unos días antes de su muerte estaba en Madrid; se suponía que viajó para estar con su hija, pero que recibió una llamada y se volvió -así, de repente- a Argentina. Su hija no volvería a verlo vivo.
Durante mi estancia en Buenos Aires tuve ocasión de pasar por el solar que ocupaba la embajada de Israel (hoy es una plaza) y por la puerta del edificio de apartamentos donde apareció su cadáver. Asunto turbio ese, el de los atentados contra los judíos en Argentina, y también el de la muerte del fiscal Nisman, ambos relacionados y nunca resueltos.
Uniendo los puntos también me enteré de que el general San Martín, el Libertador, sirvió en un regimiento de infantería que se llamaba, precisamente, “Murcia”.
Y uniendo los puntos, el Río de la Plata era el nombre de una famosa batalla naval de la Segunda Guerra Mundial, que acabó con el hundimiento del “Admiral Graf Spee” y el suicidio de su capitán, Hans LANGSDORFF.
Antes de embarcar repasé el capítulo que sobre la guerra de corso escribió Luis DE LA SIERRA, donde se describe el desempeño de este buque en términos de iniciativa, astucia, improvisación, independencia de espíritu y amor a la responsabilidad. Se trataba de una clase de lucha que -dijo De la Sierra-, encerraba “toda la poesía, la aventura y los peligros”.
Así que no había mejor augurio para afrontar el viaje y, por ende, el recién estrenado año 2020.
Recuerdo hoy, también, que a la vuelta de ese mi último viaje empecé a ver gente con mascarilla puesta por los aeropuertos.
Quién podía imaginarse que 2020 nos iba a arrebatar la poesía y la aventura, para dejarnos tan solo el peligro.