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Sr. Director: Dª. M. en la puerta, que quiere hablar con Ud. … Ahora.

-Estoy ocupado

-Ahora. Que quiere hablar con Ud. A-HO-RA.

Menudo marronazo –piensa. En otro tiempo la habría despachado con eso de que “me esperan en la notaría, para firmar una póliza, vuelva Ud. otro día”; pero desde que La Caja ya no es una Caja, sino un banco en manos de nuevos gestores, se ha hartado de cursos de coaching, atención al cliente, gestión de emociones… y la de hoy es una buena oportunidad para poner en práctica sus conocimientos. Eso y que la cuenta de Dª. M. es lo suficientemente importante como para afectar a los resultados de la oficina. Un paso en falso y ya se ve visitando polígonos, como el trimestre pasado.

Así que el Sr. Director pasa a operar en modo Jose-Luis-López-Vázquez en “Atraco a las Tres” y despliega la mejor de las sonrisas, suelta un “qué tal Doña M., qué la trae por aquí” y remata con un “pero siéntese, siéntese, póngase cómoda. Disculpe la espera”.

Solo le falta decir eso de “un admirador, un esclavo, un amigo, un siervo”, pero ni Dª. M. es una vedette ni se llamaba Katia Durán. Además de que eso no te lo enseñan en el curso de coaching.

Pues mire, don P., acabo de recibir el extracto de la tarjeta del banco y veo que me han efectuado varios cargos raros, rarísimos, que deben ser un error. Aquí, aquí y aquí… ¿lo ve? “La casa del Jamón”, pone. Y en mi casa no hemos comprado jamones desde hace años. Entre otras cosas porque nos los regalan, ¿sabeusté?

-Estooo, debe ser un error, no se lo discuto. Cosas de la informática, que-la-carga-el-diaaaablo. En fin, no se preocupe. Inmediatamente doy orden para que retrocedan esos apuntes.

-No esperaba menos de una entidad tan seria como la suya.

-Mire, ¿vé? Ya está; llévese el extracto actualizado, donde verá la anulación de los cargos indebidos. Y mil perdones. Ah, y dele recuerdos a su marido.

Así que Dª M. recoge su bolso de Chanel, se envara sobre los tacones de sus Christian Loubutin y sigue ruta, camino de la cafetería de “El Corte Inglés”, un poco acelerada ya, porque no querría ser descortés ni hacer esperar al resto de “Señoras Dé” con las que queda para desayunar a la hora de siempre.

Mientras, nuestro héroe descuelga el teléfono y llama al marido de Dª. M.:

-Tienes hasta las dos de la tarde para traerme 2.485,65 euros. Ni un céntimo más, ni un céntimo menos. Hasta las dos, antes de hacer el arqueo. Ah, y no apures, que es viernes y a mediodía me esperan en la Plaza de las Flores. Joder, mira que te tengo dicho que las putas no las pagues con la tarjeta de tu casa; pero, nada, ni caso, lo tuyo es oler perfume barato y poner los ojos en blanco.