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agosto, Generalísimo, gota fría, Lady Di, migas, Torre de la Horadada, veraneo
Los 31 de agosto de mi infancia solían oler a viento de Levante; viento húmedo que se colaba silbando a través de las rendijas de las ventanas de nuestro apartamento playero y que acompañaba su lamento con un rítmico baqueteo de persianas.
La verdad es que ese día te despertabas en un escenario un poco tétrico, al menos por contraposición a la luminosidad habitual del Mediterráneo.
En esa época, la Torre de la Horadada tenía tan solo una única calle asfaltada que pasaba por la plaza principal del pueblo que, a pesar de llamarse “Del Generalísimo”, todo el mundo conocía como “La Plaza”. Sin más.
Daba igual que hubiera nubes o brillara el Sol: los tres “días de Levante” no te los quitaba nadie.
Ese día no había baño y apenas se podía montar en bici o jugar al fútbol; aunque aguantaras el tipo frente al viento, las calles se convertían en auténticos barrizales. Y tampoco había mucho más que hacer.
No obstante, todavía hoy (en el año 2017) hay quien se acuerda, como me pasa a mí, que el final del veraneo lo marcaba San Ramón y se “concelebraba” degustando, entre otras cosas, unas migas.
A su manera y casi sin quererlo, mis padres demostraban que el final del “veraneo” no tenía por qué ser un día triste.
Pasados los años leo eso que llaman “síndrome de estrés postvacacional” que, al menos esa es mi sensación, es un refrito que se tiene preparado de antemano para rellenar publicaciones y que se repite, temporada tras temporada, como un mantra; lo mismo que se hace con las épocas de rebajas o las navidades. O el aniversario de la muerte de «Lady Di».
Y, siguiendo esa moda de etiquetarlo todo, ahora se le llama “gota fría” a ese fenómeno meteorológico al que me estoy refiriendo, frente al que nadie mostraba ningún tipo de sorpresa. Era algo connatural al final de agosto.
Hay quien lamenta volver a la rutina sin pararse a pensar en la suerte que tiene.
Hoy 31 y con el cambio de fecha, finalizan muchos contratos de trabajo concertados con sustitutos, eventuales y/o temporeros.
Mi pensamiento está con todos aquellos que durante este mes de agosto me han acompañado en la faena; esos que han puesto un café, distribuido la prensa o repartido el correo… y que hoy lo hacen despidiéndose de un servidor diciendo eso de “por última vez”.
No; espero que no sea la última y que encontréis pronto faena, compañeros.