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«Alcalde: todos somos contingentes, pero tú eres necesario»
(JOSE LUIS CUERDA – «Amanece que no es poco»)
Antes del advenimiento del actual Estado de las «Autonosuyas», en la escuela nos enseñaban que la Región de Murcia tenía dos provincias, a saber, Albacete y Murcia.
Ríos de tinta se han escrito desde que los albaceteños abandonaron lo que fue un territorio histórico que, a pesar de su denominación, siempre ha sido mucho más que «Murcia» y que tiene su origen -como entidad política- en lo que antaño fue un pujante reino musulmán.
En mi trabajo diario me sigo encontrando reminiscencias históricas que demuestran hasta qué punto estábamos unidos: la Audiencia Territorial (tribunal de apelaciones) estaba en Albacete y el Colegio Notarial, también.
Aunque algo queda, ¿verdad? No en vano, la actual estación del AVE «de Murcia» está allí, en Albacete-Los Llanos.
Pero en la Historia de España pasamos también «de fase» y en la vorágine de la descentralización, la del famoso «café para todos», los albaceteños eligieron el suyo y se incoporaron como la quinta provincia de una nueva autonomía que se llamaría «Castilla-La Mancha».
Quién sabe; si todavía estuvieran con nosotros, igual ahora disfrutarían de la Fase I.
Albacete, Murcia, Almería…
Los primeros destinos de mis padres, maestros, me han marcado mucho.
Aunque mis ojos vieran la luz por vez primera en el antiguo Hospital de la Cruz Roja, junto al Río Segura (Murcia), en realidad soy hijo del Cabo de Gata (Almería), por parte de padre, y por la de mi madre, del Río Mundo (Albacete).
Me he dado cuenta de que en mi vida he actuado -y aun lo sigo haciendo- como los salmones: vivo nadando y nadando contra corriente, remontando río arriba, buscando -a tientas- mis orígenes, unas veces rumbo a la Almadraba de Monteleva y otras a los Chorros del Río Mundo…
¿Por qué regreso una y otra vez?
Estoy seguro de que mis padres tuvieron que ser muy felices en esos sitios; tanto, que en sus átomos se quedó impregnado un «algo», una energía positiva que me transmitieron al tiempo de darme la vida. Lo que sintió su corazón, la libertad de la que gozaron o, quizá, ambas cosas a la vez.
«Es cosa de magia», dirían algunos; aunque ahora ya «sabemos» que a eso se le llama Física Cuántica.
Al final, la vida es eso, un correr y correr de un sitio a otro, como hacía Forrest Gump. Corres hasta que llegas a un tope geográfico que, en mi caso, tiene forma de cabo -enfrentado al mar Mediterráneo- o de nacimiento de río parido desde una montaña. Tocas la pared y te das la vuelta.
Así que, regresando al cariño que le tengo a Albacete, se trata de un territorio con un humor muy peculiar, con denominación de origen, y que nos ha dado ilustres personajes, como el citado Jose Luis Cuerda, que nos dejó allá por febrero, apenas un mes antes de que se iniciara este tiempo suspendido.
Por muchas ideas que tuviera Cuerda no sé yo si podría haberse imaginado una situación tan surrealista como la que vivimos. Y la cita del primer párrafo, la de la contingencia y la necesidad, viene al caso con lo que está pasando.
Que todo un Sr. Ministro del Gobierno denigre el turismo, nuestro «petróleo» nacional es, cuando menos, preocupante. Porque no sabes a qué atenerte: siempre es preferible vérselas con carteristas que con tontos. Ahora resulta que el turismo es «contigente».
Y, en otro orden de cosas, «ocurrencias» aparte, alguien tiene que avisar que para reactivar «la cosa» tienen que dar una solución a la conciliación laboral y familiar. Y ahí es donde topamos con el sistema educativo.
Si no se le tiene ya ningún respeto a la figura del «maestro» (hace tiempo que se perdió), al menos que se considere como algo esencial y estratégico a la escuela, ese «contenedor de niños» que, lejos de ser contingente, se ha revelado también como «necesario». Como pasaba con el famoso alcalde de la película.
Porque de hablar de la crisis sanitaria (inmediata y aún vigente), hemos pasado a hablar de la económica (a medio y largo plazo). Y si nos descuidamos con la educación, es posible que, en habiendo tocado fondo, aún tengamos margen para caer todavía mas hondo.
Todo este batiburrillo de ideas me vienen a la cabeza porque esta mañana, recién levantado, pensé en que las escuelas siguen vacías; me acordé de los viejos pupitres, del polvo de tiza y ese inconfundible olor a madera que todavía desprende un lápiz cuando le sacas punta.
Y me imaginé a mis padres -uno en Almería, la otra en Albacete- con la edad que ahora tiene mi hija, jóvenes, ilusionados, pura energía; dirigiéndose a sus alumnos como esos maestros maravillosos que nos pintó Cuerda en sus películas, dando lecciones magistrales sobre el corazón y la libertad.
Foto: El Cabo de Gata (Almería) y los Chorros del Río Mundo (Albacete), unidos por la pizarra y un óvulo fecundado que corretea por ahí con sombrero de ala ancha y gafas de aviador.