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50 SOMBRAS DE GREY, cadenas, CAPITAN, extraescolares, LEXENET, OFICINA, PERROS, SINGLADURA, TERRAZA
Vigesimotercer día de confinamiento que, además, es Lunes Santo. Lunes «que por fin es lunes». Amo los lunes como el Coronel Killroy de «Apocalypse Now» ama el napalm. Porque huelen a… victoria.
Tal y como hubiera hecho antes de que llegara este tiempo suspendido, repaso mentalmente los asuntos «urgentes» y le echo un vistazo a mi lista de tareas.
Para evitar caer en la monotonía, no obstante, decido montar mi oficina en la terraza. Dicho y hecho, coloco una mesita de cristal de esas que llaman «de centro», que me permite tener papelotes, agenda y demás útiles de trabajo a mano.
Me siento como un capitán en su puente de mando, con las dos manos firmes dirigiendo la rueda del timón. Apenas he iniciado la singladura, recibo dos mensajes a través del sistema Lexnet. Lo que antes era el día a día, hoy se convierte en algo extraño; de hecho, me veo torpe porque he tenido que probar hasta cuatro veces antes de conseguir descargarlos. Dejando a un lado las que he recibido de mis procuradoras, son mis dos primeras notificaciones ¡en veintitrés días!
El texto, leído en voz alta, suena a algo lejano, casi rancio; como de otro tiempo. La Sala de lo Social del Tribunal Superior de Justicia me notifica una diligencia por la que admite a trámite el recurso que presenté allá por febrero y avisa: «los plazos siguen suspendidos hasta cuando pase el estado de alarma».
«Vaya -me digo-, todavía hay alguien al otro lado que me conecta con mi antigua vida».
La mañana transcurre entre llamadas y llamadas; de gente que está preocupada porque no tiene dinero y de gente que está preocupada porque tiene dinero (y teme perderlo); de gente que está hastiada de estar en casa y de gente que tiene miedo a seguir trabajando (y que daría lo que fuera por estar encerrada en su casa). Somos curiosos los humanos, siempre con la mirada perdida, en un estado de instafisfacción permanente.
Mientras tanto, me llegan noticias de recuperación de fauna y flora, concretamente de la zona que hay entre Caravaca de la Cruz y Lorca. Parece ser que como no se fumiga, vuelven los insectos y con ellos el proceso de la polinización. Y el campo, oye, que luce precioso. «Ya no se van a tener que polinizar los calabacines con bastoncillos» -me cuentan-. Al otro lado del aparato tienen que ahogar la risa por la ccurrencia. A ver lo que dura.
Lunes también de organizar lo que yo llamo mis «extraescolares», formación no reglada que no quiero perder en este tiempo que tampoco sabemos lo que va a durar. Gracias a Zoom -y a la imaginación de mis profes- me siento como los niños de ahora: que aparte de sus obligaciones escolares, en este caso mi despacho, tienen la agenda llena de «actividades». A este paso voy a tener que apartar los imanes del frigo para colocar un almanaque, para apuntarlas y no despistarme.
Y hablando de polinizaciones, esta noche anda el personal alterado porque pasan por la tele lo de las «50 sombras de Grey». Después de tantos dias de abstinencia -me comentan- debe habérsele ocurrido la idea al que asó la manteca. Porque puede ser una bomba. Mañana me veo a todas las parejas ensayando posturitas y encajes: «Manolo, que te veo; como se te ocurra azotarme el culo te voy a dar un guantazo asi, de esos con la mano abierta».
Pues a lo mejor deberían probarlo. Lo de echarle imaginación digo. Porque algún uso habrá que darle a la cadena del perro. ¿Que por qué lo digo? Porque hoy se está corriendo la voz de que el coronavirus también contagia a los animalicos.
Así que desde aquí, el puente de mi imaginario crucero, lanzo un «aviso a navegantes»: que a los del perro también es posible que se os hayan acabado los paseos.