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Era una noche de invierno. Negra, como la boca de un lobo. Y hacía mucha rasca.
Apetecía poco salir a la calle, pero a la fuerza ahorcan: “si seguía acumulando bolsas y bolsas en el lavadero -me dije- al final tendría que cambiar mi nombre de pila por el de Diógenes”.
Así que me puse una sudadera y bajé a tirar la basura.
En esas estaba cuando, al llegar al contenedor de papel, empecé a oír una voz que salía del mismo.
La voz “sonaba” en otro idioma, absolutamente ininteligible para mí.
Era un tipo que estaba hablando por el móvil al mismo tiempo que escarbaba y rebuscaba entre todo aquello que desechamos a diario.
Al sentir mi presencia, sacó la cabeza; nos miramos un instante a la cara, le dije “buenas noches”, me saludó con la cabeza y siguió a lo suyo mientras continuaba con su cháchara telefónica, que no interrumpió ni un segundo.
No usaba el móvil para pedir auxilio, precisamente. Cualquiera diría -por el tono- que estaba discutiendo la cotización en el mercado secundario o por el retraso en un pedido…
Superada la sorpresa inicial, recordé el motivo de mi paseo nocturno. Me apresuré a depositar mi mercancía “de forma ordenada, eficiente y conforme al reglamento” y me marché a casa, pensativo.
Hay quien aprovecharía la imagen para tirar por tierra lo del “España va bien” y esas cosas. No les faltará razón pero, en este caso, tendrían que intentar hacer la foto sin que se viera el teléfono en la mano del supuesto indigente.
Por mi parte pensé que la cuestión de la “primera necesidad” se ha convertido en algo bastante relativo: no entendía cómo una persona que tiene dinero para pagarse la adquisición de un terminal telefónico, la electricidad para recargarlo y, sobre todo, un consumo, tiene que escarbar en la basura para sobrevivir.
Claro que sólo hay que mirar alrededor para comprobar que el móvil se ha convertido en una prolongación de nuestro ser; un artículo de primera «necesidad», en definitiva.
Tanto, que en la última Encuesta sobre Equipamiento y Uso de Tecnologías de Información y Comunicación en los Hogares (año 2014), el INE informa que el 96,4% de los hogares dispone de teléfono móvil, sólo por debajo de la TV en el ranking (99,2%).
Y no sé por qué me extraño. En España, durante el año 2006, el número de terminales móviles (44,3 millones) ya había superado el número de habitantes (44,1 millones).
El concepto de «primera necesidad», redefinido: antes de salir a buscarte la vida, aunque sea escarbando en la basura, tienes que asegurarte bien de que tienes la batería cargada. Y no me refiero a salir desayunado, precisamente.