No, no me refiero a la filosofía esa que reza aquello de que “es mejor pedir perdón que pedir permiso”. Que tampoco está mal.
Me refiero a la anécdota que se cuenta en la biografía de Jobs escrita por Walter ISAACSON («Steve Jobs: La biografía». Ed. Debate 2011).
El Centro de Investigación de Palo Alto, propiedad de la Xerox Corporation –conocido por sus siglas en inglés como Xerox PARC- había sido fundado por esa compañía en 1970 para crear un lugar de difusión de las ideas digitales.
En aquella época las pantallas de los ordenadores resultaban, por decirlo de alguna manera, intimidantes. Para acercarlas a los humanos, en Xerox PARC desarrollaron gráficos sencillos que pudieran reemplazar todas las líneas de comandos e instrucciones de los sistemas operativos.
Tenían claro que era el futuro –como así ha sido- y buscaban un ordenador personal que fuera tan sencillo como para ser utilizado por niños.
De esa manera, los mapas de bits y las interfaces gráficas pasaron a integrarse en los prototipos de los ordenadores de Xerox PARC.
Durante el verano de 1979 el departamento de capital riesgo de Xerox quiso participar en la segunda ronda de financiación de Apple. JOBS les realizó una oferta: “Os dejaré invertir un millón de dólares en Apple si vosotros levantáis el telón y nos mostráis lo que tenéis en el PARC”. Dicho y hecho.
Cuando, durante una visita al PARC, se les mostró lo que se escondía detrás del telón, los chicos de Apple quedaron asombrados con la posibilidad de conectar ordenadores en red, con el lenguaje de programación orientado a objetos y, sobre todo, con la interfaz gráfica desarrollada por Xerox PARC.
El propio JOBS manifestó que “pude ver hacia dónde se dirigía el futuro de la informática”. Cuando acabó la reunión, JOBS se reunió con uno de sus más brillantes ingenieros, Bill ATKINSON, y le dijo: “Tenemos que hacerlo” (acercar la informática a la gente a través de un diseño alegre pero económico); y se pusieron manos a la obra.
Una de las hazañas más impresionantes de ATKINSON fue la de permitir que las ventanas pudieran superponerse en la pantalla, de manera que la que estuviera “encima” tapase a las que se encontraban “debajo”.
ATKINSON creó un sistema por el que, además, las ventanas podían desplazarse, igual que se mueven hojas de papel sobre un escritorio. Obviamente, en la pantalla del ordenador no hay capas de píxeles debajo.
Hoy en día estamos acostumbrados y parece una cosa muy normal.
Para crear la ilusión hubo de escribir un complejo código esforzándose en lograr ese truco, y ahora viene lo bueno, ATKINSON lo hizo porque “pensaba que había visto aquella función durante su visita a Xerox PARC”. En realidad, los científicos de PARC nunca habían conseguido algo así y más tarde le confesaron lo sorprendidos que se habían quedado al ver que él lo había logrado.
“Aquello me hizo darme cuenta del poder de la inocencia –reconoció ATKINSON-» y añadió:
FUI CAPAZ DE HACERLO PORQUE NO SABÍA QUE NO PODÍA HACERSE
Y es que no hay peor limitación que la nos imponemos a nosotros mismos.