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«Esta mañana desperté emocionado
con todas las cosas que tengo que hacer
antes que el reloj sonara».
(«Cómo va a ser tu día hoy» – Mario BENEDETTI)
Emocionado.
Porque me desperté sin reloj.
Porque aún no me había dormido y ya estaba deseando abrir los ojos.
Porque todo el mundo cree vivir la misma pesadilla.
Y a mí ya solo me da por soñar con que mi trastero sea cada vez más pequeñito.
Después de soñar un rato más despierto, el trigésimoprimer día de este tiempo suspendido ha sido el día del reabastecimiento: he comprado comida para pasar, cuando menos, otro mes más encerrado en casa. Bueno, prefiero pensar que, en realidad, lo hago navegando en un crucero imaginario.
Antes de reembarcarme y afrontar la segunta etapa de esta aventura, he conseguido ver a mis hijos. Están en plena forma. Al menos lo que se ve desde la calle, a través de una ventana y por encima de la mascarilla.
Mi hija me agradece la visita a su manera y me despide con guasa: «Adiós, señor repartidor de Glovo» (le he llevado un par de smothies de frambuesa y una tableta de chocolate «Valor» con stevia: sus favoritos). Humor negro, como el chocolate. Tiene a quién parecerse.
Al llegar a casa me entretengo un rato en ordenar y organizar una compra que me ha costado dos viajes subir desde el garaje. Como es lógico, empiezo con los refigerados.
Y la veo allí.
Hace tiempo que de la puerta de mi frigorífico se enseñoreó una mariposa azul que compré en Roma, paseando una noche de primavera por el barrio del Trastevere. Ahí la tengo, como digo, mirando tres imanes que son otras tantas efigies de Borges, Cortázar y… Benedetti, el del poema. Son otros recuerdos que también reabastecen mi alma viajera. Pero en este caso traídos del Mercado de San Telmo, en Buenos Aires.
Para los antiguos, la mariposa es el emblema del alma y de la atracción inconsciente hacia lo luminoso. Dicen que es el símbolo del renacer porque representa, asimismo, la necesidad de cambio y mayor libertad.
El tiempo suspendido también está siendo un tiempo de transformación. El personal anda enredado pensando en qué cosas podrá mantener de su antigua vida, sin ser consciente de que algunas han cambiado… y lo han hecho para siempre.
Una vez superada la «Amenaza de Andrómeda», yo os pregunto: ¿A qué le tenéis miedo? ¿A que la entrada del Mercadona sea más complicada que acomodarse en un avión de Ryanir? Bueno, pues yo no. Así no echo de menos el «priority» y ni las restricciones para el equipaje de mano. Porque mi mariposa curiosa y viajera tenía programado para hoy, precisamente hoy, un viaje a Tenerife. En su lugar, ha recorrido un par de supermercados con cajeras vestidas de odalisca… Y todo porque otra mariposa, negra como un murciélago, agitó antes sus alas en algún lugar de Asia.
Porque no todas las mariposas son iguales. La mía, además de lectora curiosa, es azul. No sé por qué, pero siempre me han atraído especialmente las que son de ese color.
Así que se me ha ocurrido mirar por internet y, aparte de enterarme que son originarias de América del Sur y Centroamérica, a las mariposas azules se les llama «Morpho».
Son peleonas, por lo visto, y además vuelan de forma irregular. Eso explica que sufran, con frecuencia, daños en las alas. Me he fijado y he visto que la mía también tiene un ala recortada. ¿Desde cuándo?
Sobre las mariposas azules, además, existe una leyenda que dice así:
«Hace muchos años un hombre enviudó y quedó a cargo de sus dos hijas. Las niñas eran muy curiosas, inteligentes y siempre tenían ansias de aprender. Constantemente asediaban a su padre con preguntas. A menudo el hombre podía responder sabiamente, sin embargo, en ocasiones no estaba seguro de poder ofrecerles a sus hijas una respuesta acertada.
Viendo la inquietud de las dos niñas, decidió enviarlas una temporada a convivir con un sabio que vivía en lo alto de una colina. El sabio era capaz de responder a todas las preguntas que las pequeñas le planteaban, sin ni siquiera dudar. Pero, un día, las hermanas idearon una pícara trampa para medir la sabiduría del sabio. Decidieron realizarle una pregunta que fuese incapaz de responder»
Las niñas se pusieron manos a la obra para llevar a cabo su plan. La mayor salió al campo y atrapó una mariposa azul, envolviéndola en su delantal para que no se escapase. A continuación, comenzó a explicarle a su hermana cuál sería el proceder.
«Mañana, mientras sostengo la mariposa azul en mis manos, le preguntaremos al sabio si está viva o muerta. Si responde que está viva, apretaré mis manos y la mataré. En cambio, si afirma que está muerta, la liberaré y volará libre. De esta forma, sea cual sea su respuesta, siempre será incorrecta».
A la mañana siguiente las niñas acudieron al sabio, deseosas de hacerle caer en su trampa, y le formularon la pregunta. Pero el hombre sonrío tranquilo y calmado y procedió a responder:
«Depende de ti, ella está en tus manos».
El viejo de la leyenda, por lo visto, era Benedetti, cuyo poema «Cómo va a ser tu día hoy» termina así:
«Lo que suceda hoy depende de mí.
Yo debo escoger qué tipo de día voy a tener.
Que tengas un gran día…
a menos que tengas otros planes».