Murcia. Año Uno DC (Después del Coronavirus).
Érase una vez, en una cápsula habitacional cualquiera…
“MARTIN, 32. Viajero”. Solo se le ha quitado esa cara de lechuguino después de ciscarme en su mochila. No has parado de gritar “Boswell, Boswell, Boooswell, no seas maaaalo”. Laura, de verdad, te digo yo que no te convenía. Imagina: vosotros siempre por ahí, de viaje. Tú y él. Sin mí. ¿Serías capaz de abandonarme? ¿Es que te has cansado de mi compañía? Mucho hotel para perros por aquí, que se si vas a estar mejor que quieres por allá… Bah. Al final te iba a echar de menos. Lo sabes. Y tú a mí. Así que para qué probar. Adiós Martin, adiooooos.
“LUCAS, 31. Fotógrafo”. Mmmm, a mí no me engaña. Fotógrafo. Bah. Siento haber regado su colección de filtros. Pero, la verdad, no te convenía. A ver, Laura. Escúchame. No sé si me entiendes, pero me da igual. Lo he hecho por ti. Con la excusa de las fotos te estabas poniendo, no sé, ¿tontica? ¿Pero es que no te dabas cuenta de que quería llevarte al huerto? La única manera de parar la sesión era así, con una buena meada. Además, fíjate bien, querida: valoraba más su equipo de fotografía que a ti. Menudo cabreo se ha pegado. ¿Te he dicho alguna vez que te pones muy guapa cuando me regañas? Qué bien, al fin solos otra vez. Los dos.
“PATRICK, 28. Soñador”. ¿Soñadoooor? Eres incorregible, Laura. Beber un poco de detergente me ha costado visita al veterinario –puaj–. Y buen dolor de estómago. Pero al final te he librado de su compañía. Tú no parabas de llorar, “Boswell, Boswell, Boooswell, qué te has hechoooo”. Sigue soñando, Patrick. Porque Laura jamás llegará a mirarte así.
“LOGAN, 31. Runner”. Lo siento, Laura. De corazón. Siento haber mordido sus zaaaaapas. Está mal. Pero el castigo me ha parecido desproporcionado. Toda la noche oyendo cómo correteaban las ratas por la palmera. Buf. Te prometo que no se volverá repetir. Pero no me vuelvas a mandar a dormir al raso. ¿Vale? Menuda cara se te ha puesto cuando he aparecido con la rata en la boca. Juas.
¿Ya estamos otra vez con la maquinita? Eres incorregible. A ver cómo se llama este. “PAUL, 35. Ing…” Espera, espera. ¿Es cierto lo que ven mis ojos? ¿Cómo se llamará esa preciosidad que tiene entre sus brazos? Porfi, porfi, porfi, dale que sí … Bieeen, cita en el parque. Seremos felices, felices los cuatro, como dijo Maluma. Estoy deseando enseñarle mis árboles favoritos. Guau.
Cuando terminó el confinamiento no volvieron a verse partidos de fútbol con público; tampoco se organizaron más conciertos ni festivales. Como los repuntes infecciosos eran recurrentes, se prohibieron las fiestas populares multitudinarias. Desaparecieron -por falta de clientela- los gimnasios y las academias de baile. Todo el mundo tenía miedo a tocarse o ser tocado.
Los pocos bares que consiguieron abrir de nuevo lo hicieron en unas condiciones de distanciamiento tales que impedían la conversación y no digamos ya cualquier tipo de aproximación o contacto físico entre los clientes.
A través de las mascarillas la gente apenas podía cruzarse una mirada. Asi que todo el mundo siguió enganchado a sus pantallas.
Y sin acordarse de que, al final, los perros -de tanto haberlos paseado- se habían convertido en los verdaderos amos.