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La madre de Forrest Gump le enseñó a su hijo que “tonto es el que hace tonterías”.
La mía, en cambio, me enseñó que siempre tenía que cumplir lo que prometiera, algo que aprendí muy pronto gracias a que mi madre era especialmente escrupulosa a la hora de castigar mis travesuras… Toda acción tiene sus consecuencias, no lo olvides.
Durante su juventud, Julio César decidió viajar a la isla de Rodas para ampliar su formación, estudiando filosofía y retórica con el mejor gramático de su tiempo.
En esa época la piratería ya era un negocio próspero y, durante el viaje, el barco en el que viajaba fue asaltado a la altura de la isla de Farmacusa (al sudoeste de la actual Turquía).
Los piratas, sabedores de que habían capturado una buena presa, exigieron un rescate de veinte talentos de oro (un talento equivalía a 26 kilos aproximadamente); César se rió y los desafió a pedir mucho más, nada menos que cincuenta talentos. Y esa fue la cantidad que, ni cortos ni perezosos, exigieron los piratas.
Cuenta la historia que mientras duró su cautiverio, César se dedicó a componer algunos discursos, teniendo por oyentes a los piratas, a los cuales trataba de ignorantes y bárbaros cuando no aplaudían.
Treinta y ocho días después, el rescate llegó y César fue liberado después de un cautiverio relativamente cómodo; a pesar de tratar a sus secuestradores con amabilidad, al despedirse les avisó de que tenían los días contados.
Así, nada más recuperada su libertad organizó una flotilla que partió del puerto de Mileto, capturó a los piratas en su refugio (todavía estaban celebrando la obtención del botín) y los llevó encadenados a Pérgamo para que fueran ajusticiados por Junio, gobernante de la provincia de Asia.
La “autoridad competente” se interesó más en el botín que en hacer justicia y dejó a los bandidos en manos de César, quien los mandó crucificar, tal como les había prometido, aunque en un gesto de «compasión» ordenó que, primero, los degollaran.
No creo que César, descendiente de Eneas (quien, a su vez, era hijo de Venus), fuera un ser sediento de sangre y venganza; más bien era consciente de su linaje y de su prestigio, que debía cuidar su imagen pública y que tenía que estar a la altura de su personaje.
Sus famosos “Comentarios”, más que literatura, eran propaganda personal redactada en tercera persona.
César demostró ser un genio en muchas cosas y, entre sus cualidades, contaba con la saber cultivar lo que toda la vida se ha llamado “auto bombo” y que ahora los “modernos” llaman desarrollo de marca personal o BRANDING.
Si algo es fundamental en una marca es que el producto o servicio que se promete siempre se ajuste a unos estándares de calidad, no defraudar nunca las expectativas.
Y César, descendiente de Venus, siempre supo estar a la altura en todos los terrenos: cumple lo que prometes, sobre todo lo malo.
Localizados, capturados, crucificados y a otra cosa.
Esta es una de las cientos de anécdotas que se cuentan de este “crack”, al que sus enemigos en Roma llamaban “la reina de Bitinia”; pero esa es otra historia que, ahora, llamaríamos CRISIS REPUTACIONAL y que bien merece otro post.