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CARA DE ANCHOA, FAVORINO, LAS DOCE TABLAS, LAS XII TABLAS, YOUTUBER
La montaña por fin parió su ratón o, lo que es lo mismo decir, la Justicia dictó sentencia.
Me refiero al caso del repartidor que pegó al «youtuber» que le llamó «cara de anchoa». Ya podemos dormir todos tranquilos.
Los profanos en Derecho se sorprenden con el hecho de que, al final, la multa se quede en 30 euros. Los que llevamos unos cuantos años en esto, en cambio, no.
Recuerdo el primer caso que tuve ante un juzgado del orden jurisdiccional penal; era algo similar: pelea, algún «soplamocos», insultos varios y, al final, condena a una multilla de cinco mil pesetas. Sentencia dictada in voce por un juez de instrucción en un juicio de faltas; por mi parte, estreno como abogado defensor en ese tipo de pleitos.
Al salir, mi cliente, lejos de estar escocido por el resultado, me dijo textualmente que iba a juntar las diez mil pesetas y yo le dije que no, que no había entendido bien, que eran cinco mil.
Y entonces me replicó que el que no se enteraba era yo, que si al final era que la cosa se quedaba en cinco mil, que pagaba ya mismo diez mil pesetas, cinco mil por la que le había dado y otras cinco mil por la que le iba a dar en cuanto se lo encontrara otra vez. Y me razonó:
–Así nos ahorramos juicios y papeleos.
Han desaparecido los juicios de faltas (sustituidas por delitos leves) y hasta las pesetas (ahora son euros). Pero el razonamiento es viejo, muy viejo, verán ustedes.
Cuenta AULEIO GELIO, que cita, a su vez a FAVORINO (filósofo griego), la siguiente historia que, por lo visto, motivó un cambio en las primitivas leyes de Roma:
«Lucio Veracio era un hombre desalmado y de una brutalidad inmensa. Para divertirse tenía por costumbre golpear el rostro de los hombres libres con la palma de la mano. Solía llevar tras él un esclavo con una bolsa llena de ases [moneda de poco valor] y, cuando abofeteaba a alguien, ordenaba que dieran inmediatamente al injuriado veinticinco ases, como disponían las Doce Tablas. Por eso los pretores decidieron luego que esta norma debía ser abandonada e invalidada, y anunciaron por medio de un edicto que nombrarían unos asesores que tasaran el valor de las injurias».
Desde tiempos inmemoriales el personal tenía muy claro que hay una justicia para los ricos y otra para el resto de mortales. La cuestión, entonces como ahora, era la de determinar ese precio y si podías pagarlo.
Y a Lucio Veracio, que por lo visto unía en su persona los defectos de «Cara de Anchoa» y los del malhadado «youtuber», le cuadraron las cuentas: conocía el precio y, además, era un hombre de «posibles».
En aquel tiempo no había internet ni cámaras ocultas pero, al menos, alguien con sentido común le tomó la matrícula y los pretores pudieron pararle los pies.
Será por eso, entre otros millones de motivos, por lo que los juristas de hoy se siguen formando con el Derecho Romano.
Por cierto, ahora que lo pienso; voy a ver cuánta pecunia numerata llevo en la cartera y darme un paseo por ahí…