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Si hay un cuento que deberían conocer todos los niños del mundo ese es el de “Pinocho”.

Dicen los puristas que la versión original del relato es “sádica”, que tuvo que ser dulcificada para convertirlo en un cuento infantil… Y lo dicen como si la historia de “Hansel y Gretel”, por decir la primera que se me ocurre, fuera más “suave”. Nada menos que dos menores abandonados a su suerte a instancias de su madrastra.

Pero no divaguemos. El caso es que mi cuento favorito es ese. Pinocho.

Y para mí, el momento “cumbre” del relato es cuando todos los niños que se dejaron arrastrar a la “Isla de los juguetes” empiezan a convertirse en burros: un día de fiesta (un paso en falso) y te ves el resto de tu vida tirando del arado.

Claro que, como dice el refrán, nadie escarmienta en cabeza ajena y somos así, que hasta que no te ves con las orejas de burro no llegas a comprender que todos los actos tienen consecuencias.

Este fin de semana cayó en mis manos “Parte de mí, parte de ti”, escrito por Tomás BRAVO VICENTE (2014 – Editorial ADIH). Se trata de un relato escrito en primera persona, de apenas 200 páginas; se nota que las palabras le brotan del alma y, así como salen, se leen del tirón.

Después de “Cero Cero Cero” de Roberto SAVIANO no había disfrutado de otro texto que explicara, sin tapujos ni medias tintas, la cruda verdad que hay detrás del negocio del narcotráfico.

Dice SAVIANO que «la cocaína es la gasolina del cuerpo. Eleva la vida al cubo. Antes de destruirte la vida, de consumirla, la vitalidad que parece haberte regalado, la pagarás con intereses de usura».

Y hay mucha gente que, por lo visto, para seguir tirando necesita ponerle gasolina al cuerpo.

De momento, que yo sepa, el polvo blanco no lo venden en los supermercados y para que los que la consumen se peguen un “tirico” antes tiene que recorrer un largo camino.

En este caso, el autor lo narra desde el punto de vista del “mulero”, el que hace la ruta de la “BBC”, esto es, Bogotá, Barajas y… Carabanchel (ingenioso, sí, pero tendrán que buscarle otro nombre, porque la vieja prisión ya la clausuraron).

Cuentan que para cruzar el Amazonas con un rebaño los ganaderos suelen sacrificar una res río arriba, para que todas las pirañas se ceben con ella y el resto pueda pasar tan tranquilo.

Es probable que con los muleros hagan lo mismo. Cada vez que se publica en prensa que se ha aprehendido un alijo cuento, multiplico y me imagino la ingente cantidad que se ha colado mientras que lo cachean y lo detienen, sin que se tenga noticia del resto.

Tomás detalla todo lo que viene a continuación, desde el trámite de ingreso a prisión, pasando por el juicio (en su relato ni el abogado ni la justicia salen mal parados, menos mal), el cumplimiento de condena, los bis a bis, los traslados en los autobuses de la Guardia Civil y la ansiada libertad.

Por mucho que busques no encontrarás este libro en las estanterías de la FNAC o “El Corte Inglés”. Y es una pena, porque bien se merecería un hueco entre los libros llamados de “autoayuda”. Aunque nadie escarmienta en cabeza ajena, para qué engañarnos.

Desconozco si el autor, al referirse a la madera como la vida misma, estaba pensando en el cuento de Pinocho.

Gracias a él sabemos, no obstante, que nadie está libre de dar un mal paso pero, al mismo tiempo, que siempre hay una posibilidad de redención.

Y eso ya no es un cuento para niños.