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«Toda la Galia está dividida en tres partes, de las cuales una habitan los belgas, otra los aquitanos y, la tercera, los que en su propia lengua se llaman celtas y en la nuestra galos».

(inicio de los «Comentarios a la Guerra de las Galias», de Cayo Julio César)

Cuando esta mañana abrí los ojos, aún seguía lloviendo…

Eran las 6 y me volví a despertar sin reloj. Estaba soñando en un mundo distópico, del futuro, pero no tanto. No vestíanos monos de plástico ni tampoco volaban los coches por el cielo. Soñaba que íbamos a la playa y que, para acceder a ella, antes teníamos que comprar un ticket que luego se validaba como se hace en el Metro. Hacíamos la cola, de forma ordenada y paciente. Tengo que decir que no reconozco a mis acompañantes. No son del pasado ni, tampoco, de esta época. Así que igual ha sido un sueño premonitorio, un aviso del futuro.

El sueño me ha dado que pensar. ¿Se cobrará por ir a la playa en el futuro? Se cobrará por todo. Estamos en guerra y la guerra es costosa. Que nadie dude de que subirán el IVA y los demás impuestos. No descartemos, tamoco, que se cree un nuevo impuesto con carácter extraordinario. Ya se está hablando de bonos de guerra. Pero de qué nos sorprendemos. Solo hay que leer un poquito de historia y ver cómo se sufragaron las guerras de antaño.

También he soñado con el Mercadona del futuro. No, no era como la tienda actual. Se había convertido en una tienda de lujo. Las mercaderías de siempre, pero vendidas en estanterías decoradas estilo vintage, como dándose importancia. El suelo era de parquet y todo figuraba rotulado con tipografía elegante, con los caracteres alargados, como en los antiguos carteles de la PepsiCola. En mi sueño iba cogiendo productos con verdadera aprensión, no ya por si me contagiaba, sino porque me los imaginaba caros, carísimos. Como en todos lo sueños, siempre hay un pespunte que falla, que descose la «lógica» del relato y que te hace volver a la realidad. En mi sueño ha sido que, cuando iba a pagar, la cajera vestía como las azafatas de «Emirates».

No, antes de dormir no me fumo nada. Y menos ahora. Leo en internet que desde que empezó la crisis el porro se cotiza por las nubes. A lo mejor se convierte en otro producto de lujo, de esos que solo podrías comprar en tiendas como las de mi sueño.

También leo que ha fallecido Uderzo, uno de los padres «Astérix». Supongo que cada cual tendrá sus recuerdos. Para mí cada libro ha resultado ser una epecie de cabeza de capítulo de acontecimientos que he vivido después.

Por ejemplo, con Cleopatra. Porque conocí de su existencia y de su legendaria belleza antes de leer «No digas que fue un sueño» y «El sueño de Alejandría», de T. Moix.  Gracias a «Asterix y Cleopatra» todos «sabemos» que, en realidad, la nariz de la esfinge no se la amputó un soldado de Napoleón haciendo prácticas de tiro…

O «Astérix y los Juegos Olímpicos». Antes de que se pusiera de moda el dopaje todos los lectores ya habíanos aprendido que existen «pociones mágicas».

«Los laureles del César» me anticipó lo que me vino después cuando leí «La Corona de Hierba» de Colleen M. McCullough y toda su serie posterior de novelas. Una buena manera de conocer la Roma del Siglo I AC.

Antes de convertirme en el «maestro de las fondues» ya conocía de su existencia gracias a «Astérix en Helvetia». Y de «Astérix gladiador» me acordé una vez, cuando hice de «guía turístico» en el anfiteatro de Mérida.

Con «La cizaña» supimos que todas las llamadas «personas tóxicas» que después hemos  conocido tuvieron su precedente en Perfectus Detritus. Si, ese que echaron a los leones pero que éstos jamás se comieron porque se ponían a discutir entre ellos.

«La residencia de los dioses» me previno, sin saberlo, de los peligros que encierran los grandes desarrollos urbanísticos. Y de «Asterix y el caldero» me acordé una vez que tuve un caso en el que aprendí que, si no vas con tiento por la vida, puedes teminar pagando de tu bosillo los impuestos de otro.

Por no ser exahustivo, dejo para el final uno de mis favoritos: «Obelix y compañia», mi primera lección sobre economía, un ejemplo de cómo se crean las llamadas «burbujas» y sus devastadores efectos.

Después de leer la serie «Astérix» resulta que no te habían contando un cuento de galos y romanos. En realidad, te habían contado historias de la vida misma.

«Toda la Galia está dividida en tres partes…»

No. Están locos estos romanos.

Toda la Galia está unida y toda la Galia está hoy de luto.

 

CODA: En Los Alcázares (Región de Murcia), familias confinadas por el virus que tienen que se salvadas para no ahogarse. No hay palabras. Ya no hay más que decir. La diferencia entre calamidad pública y crimen se llama «previsibilidad». Aquí llueve sobre mojado, se vuelve a inundar lo inundado… Y vemos que no se ha hecho nada. Por si Fiscalía no lo tiene claro -seguro que sí-, a pesar del Estado de Alarma los juzgados de guardia siguen trabajando. Ahí lo dejo.